Muchos accidentes de tránsito fatales ocurren cuando uno de los automóviles ni siquiera se encuentra transitando por una carretera. Así fue en el caso de Pedro Juan González. El 12 de enero de 2014 iba camino a su casa tras terminar su turno de trabajo en Carolina cuando uno de los neumáticos de su carro se vació.
Pedro logró estacionarse en el área verde de la salida de emergencia a la altura del centro comercial Montehiedra. Pensó que allí, a unos 30 pies de la carretera, podía resolver la situación rápidamente y llegar por fin a su destino.
“Me bajé con precaución. Cuando voy a sacar la goma de atrás para cambiarla, una muchacha me impacta. Me fui inconsciente por un buen rato. No me acuerdo de nada”, narra.
Cuando Pedro despertó en la cama del hospital no sentía su pierna derecha.
“Ese mismo día, cuando me levanto, me dicen que sufrí un desmembramiento de la pierna desde la rodilla. Mi rodilla estaba triturada y me iban a hacer una amputación”, cuenta.
Tenía apenas 22 años y un hijo de cuatro.
La noticia fue devastadora, pero él solo pensaba que quería vivir. Volver a jugar con su hijo; verlo crecer. Con esa actitud enfrentó el proceso de perder su pierna y las complicaciones que trajo. Se le infectó el injerto de piel que le pusieron en su herida, por lo que tuvo que pasar un mes en el hospital. Tras su primer mes en casa, aprendiendo a caminar con las muletas y esperando que pudieran colocarle la prótesis, lo atacó nuevamente una infección. Tuvo que someterse a otra cirugía que consistió en que los cirujanos le sacaran piel del muslo izquierdo y la colocaran en su pierna afectada.
Tras casi un año en silla de ruedas y luego caminando con muletas, Pedro pudo recibir su prótesis.
“Estaba contento por estar otra vez de pie, aunque fue difícil”, recuerda.
Su caso fue reseñado en un programa de televisión y así recibió ayuda económica para poder costear un proceso terapéutico y una buena prótesis. El próximo paso en su recuperación fue crear la Fundación Pedrito, a través de la cual muestra su ejemplo de superación a otros que tienen que, como él, tienen que aprender a vivir sin una parte de su cuerpo.
“A veces personas con dos extremidades son más impedidas que quien no tiene piernas porque su impedimento es mental, no físico. Para mí no hay impedimento porque he podido tocar más vidas que antes, ayudar a otras personas, llevar el mensaje de que se puede. De que lo que te propongas lo puedes hacer”, señala.
Para Pedro es igualmente importante que la gente sepa que un accidente como el suyo puede pasarle a cualquiera. Y que al guiar hay que asumir la enorme responsabilidad que quizás, por lo cotidiano que es esta acción, no le damos la importancia que tiene.
La conductora del auto que se accidentó con él, lamenta, iba ebria.
“Tenemos que ser conscientes de que, si no estamos con nuestros cinco sentidos, no podemos guiar. El que bebe tiene que ir acompañado y pasar la llave. Esperar. Comer, bajar nota. Algo así”, alerta.
Entre las funciones que ocupan el día a día de Pedro está su trabajo como coordinador de casos en una compañía puertorriqueña que fabrica prótesis. Esta es una labor que le satisface enormemente.
“Soy acompañante y asesor en el proceso de las personas que son amputadas. Los motivo. Les hago ver que hay posibilidades y esa es mi satisfacción más grande”, destaca con la satisfacción de saber que en la mayoría de los casos, logra que la mentalidad de los pacientes cambie por completo; así como lo logró hacer él mismo.